Puede ocurrir que un documento contenga imágenes y que obviamente estas deban ser traducidas. ¿Cómo se hace?
En principio, parece ser una tarea sencilla, pero a veces no
lo es, sobre todo cuando se trata de traducciones que no van a ser entregadas
para una posterior edición a cargo de diseñadores gráficos. En este caso, la
tarea es más simple ya que por medio de notas puede indicarse la traducción
sobre el original y luego el diseñador se ocupa de darle la estética
correspondiente (tal sería el caso de
folletos, revistas, etc. con fines de distribución masiva).
Un punto fundamental a tener en cuenta es la complejidad de
la información que contiene la imagen y cómo puede hacer el traductor para ser
fiel al diseño del documento fuente y lograr que esa misma imagen comunique la
misma idea en el idioma meta. Lo ideal es que el cliente envíe al traductor las
imágenes originales a fin de que el traductor pueda trabajar directamente sobre
ellas.
Otra posibilidad es trabajar sobre la imagen, generando una
nueva y agregando el texto por medio de cuadros de texto, notas o llamadas y
luego insertar la nueva imagen en la traducción.
Otro punto fundamental es el tiempo. A veces el cliente
dice: “son unas 2 o 3 carillas pero en realidad hay muchos gráficos, así que no
hay mucho para traducir” y entonces supone que por eso el traductor hará más
rápido la traducción. En cierto modo no está equivocado, la traducción será
mucho más rápida según la cantidad de texto, pero no debe olvidarse que la
edición de las imágenes a veces insume más tiempo del que insume la traducción
propiamente dicha.