09 marzo 2014

El traductor humano vs. el traductor automático.


Ante una traducción que no es de carácter público, las personas suelen preguntarse si es imprescindible un traductor o si es posible realizar la traducción mediante la amplia oferta de traductores automáticos, sin la mínima intervención humana, abaratando costos y reduciendo tiempos.

La respuesta se puede encontrar en diferentes ámbitos. Por ejemplo, un equipo de última tecnología para realizar tomografías será totalmente ineficiente si la exploración no es asistida por un técnico, interpretada por un médico especialista y finalmente entregada al paciente mediante un informe elaborado personalmente.

Con las traducciones automáticas pasa algo similar. La computadora realiza la interpretación del idioma fuente tomando estructuras y reglas gramaticales comunes, signos de puntuación, frases idiomáticas reconocidas y diferentes opciones de vocabulario según la interpretación de los contextos que tenga configurados entre sus opciones. Con todo esto, “pasa” y convierte la información al idioma meta, tomando los parámetros utilizados en el idioma fuente, buscando similitudes e intentando brindar una versión relativamente coherente.

Sin embargo, en tal traspaso de información de un idioma a otro no existe la mente humana, la intervención de la persona-traductor, esa que permite interpretar las ambigüedades y particularidades del idioma fuente y que tiene la capacidad y la preparación para interpretar el verdadero sentido del mensaje y poder transmitirlo en el idioma meta para que pueda ser interpretado claramente por el público receptor.

No basta con reemplazar palabras, hay que interpretarlas en contexto, reconocer estructuras gramaticales y lingüísticas complejas y poder resolverlas de modo que su significado original no se altere, es buscar y saber elegir de entre las diferentes acepciones u opciones que ofrece cada palabra la que mejor se adecue al mensaje y se ajuste al público meta. Todas estas son tareas que un traductor automático difícilmente pueda realizar. 

Las traducciones automáticas son tentadoras ya que ofrecen menores costos (o ninguno) y tiempos ampliamente reducidos. Sin embargo, hay que ser muy cuidadosos, ya que en definitiva, a la hora de interpretar un mensaje el traductor automático se basa en una gran fuente de datos, mientras que el traductor humano se basa en sus conocimientos, experiencia y sentido común.